September 2,m 2014 newsweek.mx
Efraim Zuroff: el último cazanazis

En un mundo p erfecto, Efraim Zuroff (nacido en 1948) hubiera preferido ser jugador de la NBA. El baloncesto lo apasionaba mientras crecía en Brooklyn, Nueva York, suficientemente lejos de los alemanes, el horror y ese capítulo negro, lamentable e imposible de olvidar, que se resume en una palabra brutal: Holocausto.

Pero, fascinado por la historia de su gente y “por estar en el lugar correcto justo en el momento correcto”, Zuroff conoció en 1978 al legendario cazador de nazis Simon Wiesenthal, lo cual dejó un marcado efecto en él.

Y es que la historia de Wiesenthal es la propia historia de la barbarie nazi: nació en Polonia en 1908 y se desempeñó como un exitoso arquitecto hasta la invasión nazi de 1939. Durante cinco años sobrevivió en campos de concentración donde murieron 89 de sus familiares. Tras lograr superar la pesadilla y ser uno de los pocos seres que lograron salir vivos del Mauthausen, Wiesenthal se dedicó a buscar algo que parecía perdido dentro de aquel nubarrón de indecencia:justicia.

Luego de cursar estudios de especialización sobre el Holocausto en Israel, el —entonces— joven Efraim Zuroff llegaría a convertirse en director del Centro Simon Wiesenthal, inicialmente en su sede principal en la ciudad de Los Ángeles, California, y posteriormente sería nombrado director y jefe cazanazis de la nueva sede en Israel, desde donde coordin sus operaciones.

Este hombre es el último en su ocupación. Último de una “profesión” legendaria, histórica. Y no es un trabajo sencillo, el propio Zuroff explica que su labor tiene que ver con la investigación histórica, otra parte en ser una especie de detective y, otra menos fácil, hacer “lobby” político, que resulta ser la más complicada de todas porque la mayoría de los gobiernos prefiere dar la espalda y cerrar la boca cuando el tema Holocausto se menciona.

El tiempo no perdona Hoy el tiempo juega en su contra. Por eso Zuroff atraviesa el momento más ajetreado en sus más de 30 años de carrera.

La “Operación Último Chance”, activada hace algunos años por el Centro Wiesenthal, busca dar hasta con el último criminal de guerra que sea posible. Y los frutos, gracias a un sistema de recompensas y con la ayuda de muchos medios de comunicación, han sido satisfactorios.

“Le deseo a ellos que tengan buena salud”, comenta Zuroff, y es que, muertos, estos nazis no pueden ser juzgados.

—En este momento, ¿cuál es el apoyo —si acaso hay alguno— que está recibiendo de los gobiernos del mundo en esta búsqueda final de los criminales de la Segunda Guerra Mundial?

En este punto, el apoyo más grande que tenemos proviene del gobierno de Alemania, que luego de la convicción en Múnich, en mayo de 2011, del guardia del campo de concentración de Sobibor, Iván Demjanjuk, ha cambiado totalmente su política y ahora está virtualmente condenando a todo aquel que sirviera o colaborara en un campo de la muerte nazi (aquellos campos de concentración con el aparataje industrializado para asesinar en masas, como Auschwitz, Treblinka, Belzec, Chelmo, Sobidor y Majdanek) o en las unidades móviles de matanza Einsatzgruppen.

“Esto no fue así durante los últimos 50 años, cuando los fiscales alemanes tenían que probar que los sospechosos habían cometido un crimen específico a una víctima específica. Es un gran adelanto. Alemania es uno de los pocos países que realiza búsquedas activas de criminales nazis para hacer justicia. Y que yo sepa, ningún país de América Latina está haciendo algo similar”.

—Alguien podría decir: “Olvídese de esos pobres viejos. Lo que hicieron fue hace demasiado tiempo”. ¿Qué le respondería usted a quien piense así?

—Les diría varias cosas: el hecho de que tengan una edad avanzada no debería proteger a gente que cometió tan terribles crímenes.

—Después de todos estos años, ¿qué lo motiva a seguir persiguiendo a estos criminales?

El dolor y sufrimiento de las víctimas y sus familias.

—Actualmente vemos movimientos neonazis in crescendo. Y en su mayoría están conformados por gente joven.

Si pudiera estar frente a un grupo de neonazis, ¿qué mensaje querría darles?

—La ideología que han adoptado llevó a la muerte de 50 millones de personas y sufrimiento de una tremenda magnitud para otros millones. Y no trajo ningún beneficio al mundo. Deberían pensar nuevamente en su filosofía y política, y la mejor manera de hacer esto es estudiar la historia del Holocausto.

—Es triste ver la actitud de los gobiernos de ciertos países que dan la impresión de incluso ser antisemitas.

¿Qué opina del gobierno venezolano que, desde la presidencia de Hugo Chávez, no apoyó de ninguna manera la búsqueda de criminales nazis dentro del país?

—Teníamos la esperanza de que la existencia de gobiernos que apoyaran el antisemitismo fuera cosa del pasado en el mundo occidental, pero en ese sentido, Hugo Chávez fue una vergüenza para su nación y todo el continente. Y, desafortunadamente, su sucesor, Nicolás Maduro, mantiene su misma línea.

—Hasta el momento, ¿cuál es el resultado de la “Operación Último Chance”?

—Hemos recibido los nombres de 771 sospechosos, previamente desconocidos para nosotros (distribuidos en un total de 35 países). De ellos, 110 fueron remitidos a las fiscalías locales. Docenas de investigaciones oficiales se iniciaron a varios países y acciones legales ya se han adelantado de alguna u otra forma en al menos ocho casos.

—Durante tiempos tan violentos como los que nos ha tocado vivir, con tanto odio y diferencias, ¿cómo podemos prevenir que surja otro Hitler?

—Solo con una combinación de la implementación de medidas legales severas contra los que inciten al odio en temas religiosos, raciales, étnicos y sexuales, combinado con una educación intensiva respecto a la historia y la tolerancia, podremos combatir el fascismo, el odio y el antisemitismo. Debe quedar totalmente claro que habrá cero tolerancia para extremistas y fundamentalistas religiosos que discriminen o, mucho peor, busquen destruir a aquellos con diferencias de creencias, tradiciones o religiones.

—¿Cómo ha sido su experiencia en América Latina?

—Durante mis muchas visitas a América Latina me he encontrado con un enorme grado de ignorancia con respecto al Holocausto y la historia del pueblo judío. Sé que en algunos países se está tratando de mejorar la situación, pero en otros se debe hacer mucho para combatir la ignorancia que ha llevado a muchas naciones a adoptar políticas de antisemitismo o antiisraelita.

“Apr ovecho para extender una invitación a todos los lectores de Newsweek en Español para que visiten nuestros websites: ww.operationlastchance.org y www.wiesenthal.com. Y para los que estén interesados en mis actividades me pueden seguir por Twitter: @EZuroff, o contactar a nuestros director en América Latina, Sergio Widder, quien puede ser contactado en el siguiente correo electrónico: [email protected]”.

El que se escapó Un caso aparte merece mención, y es el de Harry Mannil, ciudadano estonio nacionalizado venezolano que tuvo participación directa en la historia que vivió su nación en plena invasión soviética. Y a quien Zuroff, en un artículo publicado en el diario The Guardian, mencionó como “El que se escapó”. Mannil estuvo en la lista de los criminales de guerra más buscados por el Centro Wiesenthal y, a pesar de numerosos intentos por parte de Zuroff, siempre encontró en el gobierno chavista un sólido muro que logró contener sus intenciones de procesarlo.

En 1920 nació Harry Mannil, un estonio —ciuda dano venezolano desde 1952 y muerto en Costa Rica en el 2010— a quien eso que se conoce como vida lo llevaría a protagonizar una enrevesada saga, desbordante de momentos críticos y escabrosos. En 1939 el Ejército Rojo invadió Estonia. Harry Mannil se había unido a un grupo estonio de autodefensas paramilitares que, al igual que numerosas pandillas —todas dispuestas a matar o morir—, se diseminaban por sitios estratégicos para recibir y apoyar a los nazis con el fin de expulsar a los comunistas soviéticos.

Las tropas nazis lograron penetrar la ciudad de Tallinn, gracias al soporte de los guerrilleros, el 28 de agosto de 1941. Enpseptiembre de 1941, Harry Mannil se convertiría en el subdirector del departamento de investigaciones de la policía política de Estonia. A diferencia de lo que sucediera con los judíos en el resto de Europa, en esta república báltica fueron asesinados por los mismos ciudadanos estonios pertenecientes a los grupos guerrilleros y a la policía política.

Y para el 12 de octubre de 1941 virtualmente todos los varones judíos mayores de 16 años se encontraban en proceso de ser eliminados. Las mujeres y los niños permanecían obligados a cumplir labores forzadas. La misión fue cumplida a cabalidad. Dos manos sobran para contar a los menos de 10 sobrevivientes de los 4500 judíos que habitaban Estonia antes de la ocupación nazi.

Pero Harry, quizás al ver lo que ocurría en el entorno de sus conocidos, prefirió dejar a un lado su trabajo en el gobierno.

Una orden de arresto en su contra fue liberada en el mes de septiembre, pero, avisado antes de que pudieran capturarlo, se las arregló para huir de Tartu a Tallinn y, nueve días más tarde, escapó a Finlandia navegando un pequeño pesquero.

Un nuevo comienzo, una nueva vida, le esperaría al otro lado del mundo. El 28 de febrero de 1946 dejó atrás la penumbra de lo acaecido en sus mocedades y se enfrentó al brillante resplandor del sol caribeño y de su porvenir. El 13 de marzo, los ojos de Harry Mannil tendrían ante sí las costas venezolanas.

Mannil saltaría al protagonismo internacional durante 1994. Ese es un año que seguramente querrá olvidar por completo porque marcaría la fecha en que Efraim Zuroff, el último cazanazis, entraría a su vida y permanecería en ella durante la próxima década, recordándole, públicamente, todo lo vivido y figurado en los rancios tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

Enterado de la existencia de Harry Mannil a través de investigaciones de bajo perfil, en 1994 se presentó la oportunidad idónea para, según él, desenmascararlo como un criminal de guerra. Zuroff, enfrascado en su cacería a Harry Mannil, se pondría en contacto con el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, en 2001, para que lo procesara y< eventualmente expulsara del país.

Nada ocurrió. “Las autoridades venezolanas no han sido muy cooperativas en torno a responder nuestras preguntas o conducir investigaciones”, dijo en ese momento Efraim Zuroff. “Esto demuestra que el gobierno de Venezuela no tiene ningún cuidado por los derechos humanos. Ignorar el Holocausto es algo terrible”.

¿Qué hizo en realidad Harry Mannil en los días en que los judíos estonios fueron extirpados como tumores cancerígenos por aquellos de sus compatriotas que apoyaron a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial? Nadie, excepto él mismo, lo sabe con certeza. Lo cierto es que se inculpa al departamento policial, donde él ejercía el liderazgo, de la ejecución de todos los judíos de Estonia.

“¿Col aborador nazi? ¡Absolutamente no! Yo fui víctima de este período histórico, cuando Estonia fue ocupada por fuerzas alemanas”, es lo que dijo Mannil con firmeza en una entrevista concedida a la revista venezolana Exceso. Su tono de voz era grave y estaba humedecido en un marcado acento que no había desaparecido en las décadas que llevaba viviendo en Venezuela.

Su recuento de los hechos, la historia de su país y la suya personal, viene atada a la opresión soviética, antes de la ocupación nazi. “No era simplemente el yugo soviético, sino el terror más grande que la humanidad haya visto: el terror de Stalin”.

Harry Mannil, al igual que muchos estonios, aceptaría cualquier alternativa que lo alejara de los soviéticos. Así que, antes de considerarse víctima de los alemanes, sí creyó en ellos y los apoyó en su llegada. “En Estonia había una ilusión, y yo mismo participé de ella, de que los alemanes serían más inteligentes de lo que fueron y que iban a reconocer, si no una independencia total, por lo menos una autonomía. Mannil insistió haber sido, apenas, un funcionario menor dentro de la policía política de Estonia, “porque nadie a la edad de 21 años puede ocupar puestos de importancia.

Y me tocó trabajar cuatro meses y medio para la policía política, exactamente, en trabajos de oficina, organización”.

Claro, todo esto mientras el mundo se hacía pedazos y los hombres se comían entre sí.

Harry Mannil se marchó de Venezuela y se fue a Costa Rica, donde murió en 2010. Y Zuroff sigue en su labor que le ha hecho recorrer hasta 43 países buscando una sola cosa: que nadie olvide lo que ocurrió, que nadie olvide el dolor, que nadie olvide las palabras de su mentor, Simón Wiesenthal: “No se puede negar que Hitler y Stalin sigue vivos en el presente... ellos esperan por nuestro olvido, porque eso será lo único que h ará posible la resurrección de esos dos mons truos ”.

Carlos Flores es periodista venezolano.

Ha sido colaborador de diversos medios de comunicación y es autor de La moda del suicidio (EXD, 2000), Temporada caníbal (Random House Mondadori, 2004) y Unisex (Santillana, 2008).

Actualmente es editor en jefe del diario Notitarde La Costa y columnista de The Huffington Post.

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